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domingo, 15 de mayo de 2011

Torneo Clausura 2011 - SUPERCLÁSICO - BOCA JUNIORS 2 RIVER PLATE 0

El Xeneize aprovechó los errores de River, se impuso por 2-0 en la Bombonera y lo complicó en la lucha por evitar la Promoción. Carrizo se hizo un gol en contra insólito y el Titán, en su último Superclásico, anotó de cabeza y se emocionó como nunca. Clemente Rodríguez y Almeyda, quien se besó la camiseta frente a los hinchas rivales, fueron expulsados.

El Superclásico fue la fiesta de Martín Palermo. No fue su despedida definitiva de las canchas, pero el delantero vivió 90 minutos de pura emoción y se regaló otro gol, el último ante River, que sufrió un nuevo golpe en su lucha por evitar la Promoción. Fue 2-0 en la Bombonera y el Titán, el dueño de la película, se emocionó como nunca con el grito y con el cierre del encuentro, cuando la gente le regaló una ovación inolvidable. Para el final, lo peor de la tarde: Matías Almeyda, quien insultó de frente a los hinchas locales y se besó la camiseta, y Clemente Rodríguez se trenzaron y se fueron expulsados por Patricio Loustau, de polémica actuación.
El conjunto de Juan José López se paró mejor en el comienzo del encuentro, con un Erik Lamela muy activo a las espaldas de Leandro Somoza, un Mariano Pavone inquieto y complicado para Matías Caruzzo y Juan Insaurralde y un Matías Almeyda firme en la marca y dueño absoluto del mediocampo. Sin embargo, el visitante no logró transformar en situaciones su leve dominio. El enganche millonario mostró pinceladas, pero falló en la última decisión y hasta a veces pecó de individualista, aunque pidió todas y no pareció sentir la presión del Superclásico. River se quedó en aproximaciones, en llegadas con pelota dominada hasta tres cuartos y con la intención de tocar por abajo con Walter Acevedo como eje. Pero el castillo de naipes se derrumbó de un soplido.
Cuando Boca todavía no había entrado en el partido y hasta parecía perdido y lento en la cancha, más allá de algún intento individual, se encontró con un gol insólito, responsabilidad absoluta de Juan Pablo Carrizo, uno de las grandes figuras del elenco de Núñez. Mouche ejecutó un córner a los 27, Fabián Monzón molestó en el primer palo y el uno, cayéndose, la metió en su arco. River sintió el golpe y el Xeneize, casi sin buscarlo, se encontró con el segundo tres minutos más tarde en otra carambola: tras un despeje en un tiro libre y un anticipo de Nicolás Colazo en la medialuna, Adalberto Román falló en el salto y Martín Palermo definió de cabeza por encima de un Carrizo estático. Undécimo grito del Titán ante el Millo, octavo con la camiseta de Boca y lágrimas.
La visita contó con muchos espacios a las espaldas de los mediocampistas rivales, pero nunca logró aprovecharlos. Lamela se equivocó mucho con la pelota con el resultado en contra, Paulo Ferrari pasó muy poco y Pereyra se cerró en lugar de abrir la cancha. Por eso, Pavone y Rogelio Funes Mori, en menor medida, se dedicaron exclusivamente a pelear. Por su parte, Boca se recostó en la velocidad de Mouche por los dos costados, casi como única arma, mientras que Juan Román Riquelme pasó inadvertido cerca del área rival y sólo se dedicó a organizar el juego de su equipo de tres cuartos hacia atrás. Los aplausos llegaron sólo cuando corrió una pelota sobre la raya.
River salió a quemar las naves en el inicio del complemento y generó peligro con más empuje que fútbol asociado. En los primeros 10 minutos creó cuatro oportunidades interesantes, donde podría haber concretado el descuento que merecía, no por su nivel, sino por la paridad del juego y por los escasos méritos del rival para construir la diferencia. Primero llegó un cabezazo elevado de Lamela y luego se sucedieron un tiro libre del enlace que Cristian Lucchetti descolgó de un ángulo, un puntazo de Funes Mori que tapó el uno en el área chica y la más clara, a los ocho, una maniobra individual de Pavone que terminó en un despeje de Monzón sobre la línea.
Aunque el Millonario intentó algo más, se quedó sin fuerza y sin el poco fútbol que ya le aportaban Lamela y Acevedo, quien también se retiró con una molestia. Así, se fue resignando con el correr de los minutos y hasta quedó muy mal parado en un par de contras. A los 10, Colazo la tiró adentro y Mouche, totalmente solo, se perdió su gol con un derechazo desviado; y a los 17, el delantero le ganó en velocidad a Román y perdió con Carrizo desde un ángulo muy cerrado. Pero la fiesta en la Bombonera no necesitaba otro tanto, sino el momento emotivo: a los 35, Palermo abandonó la cancha y recibió una tremenda ovación, que seguramente se recordará en todos los libros y todas las películas sobre su vida. Otro capítulo para la novela.
Texto y foto http://www.tycsports.com/

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