Los partidos de Racing, desde que Caruso Lombardi asumió como DT, son una caja de sorpresas. Siempre son emotivos, nunca se sabe qué puede pasar, qué emociones van a despertar en el público. En el 4-1 ante Arsenal, Racing no fue el mismo de los últimos encuentros, porque a la solidez defensiva y demás atributos que sí venía mostrando el equipo, se les sumaron otros que escaseaban y que no terminaban de convencer a propios y extraños: el gol, el buen juego, el ganar sin tener que sufrir hasta el último minuto…
La lluvia de papelitos y los gritos de aliento del público local encontraron rápidamente una respuesta adentro del campo de juego. Sólo dos minutos iban cuando Rubén Ramírez aprovechó un error defensivo para abrir el marcador. La fiesta fue en las tribunas; el banquete estuvo en las espaldas de Sergio Sena. Por allí, desde el pitido inicial, se dedicaron a atacar los locales, y por allí complicaron siempre que se lo propusieron.
Si las principales críticas hacia Caruso estaban orientadas a la mezquindad de los planteos tácticos, esta tarde el DT y sus dirigidos se encargaron de demostrar que, además de ser efectivos, pueden proponer su propio juego. Nada de defenderse en el Cilindro. Todo lo contrario: Racing buscó siempre el arco rival y contrarrestó el vértigo de siempre con la pausa de Sebastián Grazzini, quien no gravitó demasiado pero al menos tuvo una propuesta distinta, con toque corto y pausa.
El nerviosismo por el empate de Espínola, con un tiro libre inatajable para Migliore, duró poco tiempo en el conjunto de Avellaneda. Ramírez, el faro en el ataque, se las ingenió para cabecear varios centros en el área de Arsenal. En la salida de un córner, el santafesino desvió el balón y habilitó a Yacob, quien la mandó adentro de palomita. El tercero llegó justo antes del descanso, con un cabezazo de Matías Martínez, héroe del Nuevo Gasómetro e inesperado goleador del equipo en el Clausura, con tres tantos.
En el complemento, ambos técnicos decidieron mover las piezas: Caruso sacó a Grazzini, puso a Mercado y mandó a Sosa de ocho. Dos líneas de cuatro claritas. Y el equipo retrocedió unos metros en el campo, pero no cedió el protagonismo. Entonces, Coldeira armó una línea de tres en el fondo y modificó el ataque: ni así pudo torcer la historia. La tibieza de los de Sarandí siguió siendo la misma a pesar de las variantes en el esquema y en los nombres.
A los 43 minutos, el recién ingresado Castromán decoró el resultado y selló una victoria que ya se había decidido hace un rato largo. La gente explotó y lo hizo porque siente que el equipo le responde como no lo hacía hace tiempo. Este nuevo Racing ya no sólo gana, sino que también gusta, golea y liquida a los rivales cuando los tiene contra las cuerdas. Y lo que es más importante, comienza a acercarse al objetivo del semestre: zafar de la Promoción y del descenso.
Texto y foto www.tycsports.com
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