Por lo general los partidos entre Boca y River dejan tela para cortar. Quizás este insulso 1-1 lo haga en lo inmediato, pero no perdurará en el tiempo porque ninguno de los dos se soltó y el punto por lado para lo único que sirve es para no cargar con la cruz de haber perdido el Superclásico. Así, un partido que siempre despierta expectativa tuvo un nuevo episodio que será eso, sólo uno más.
Cuando los papelitos y los cantos dejaron lugar al juego, el Superclásico pasó del colorido de las tribunas pobladas al gris de su cemento. Es que si bien ambos intentaron llegar al arco de enfrente, se les notó mucho el miedo a perder el orden. Por eso, todo quedó muy supeditado a alguna acción individual que nunca apareció.
Hubo sí, un par de aproximaciones de peligro y las dos fueron de Boca y con el chico Gaitán, quien fue el más desequilibrante de la cancha. La primera ocurrió tras una combinación con Chávez, pero que Vega resolvió bien y la segunda en una corrida del zurdo que buscó la cabeza de Palacio, aunque con definición justo donde estaba el arquero visitante.
Luego de esas jugadas, todo se consumió en un juego tenso, donde la concentración de los marcadores se resaltó por sobre algún intento de desfachatez que jamás apareció ni en Gallardo ni en Fabbiani y mucho menos en el intrascendente Falcao. Se sabe que Boca sin Riquelme pierde el patrón de juego y eso se notó en la poca actividad de los delanteros, carentes de movilidad y con escaso abastecimiento.
Dadas así las cosas, un gol parecía una quimera. Claro está no para Palermo, quien cumplió con la máxima de su raza y en la primera que pudo acomodarse abrió el marcador. Lo hizo con un zurdazo a 25 metros del arco que Vega (hasta ese momento seguro) no intuyó y su tardía reacción más la potencia del disparo terminaron en estruendo en la Bombonera.
Un mazazo que sacudió a todo River y envalentonó a Boca, que dominó por ese lapso el partido. Gorosito vio que los suyos se entregaban a la debacle y buscó la reacción en los suplentes. Mandó a la cancha a Buonanotte y Rosales y sacó a Bou y Fabbiani, quien completó una mala actuación.
Buonanotte entró bien en el partido y partir de un foul sobre él llegó la entonces inesperada igualdad. Fue merced a la pegada de Gallardo quien puso en el ángulo el tiro libre y con ese tanto aplacó los ánimos locales e hizo crecer a River. Es que ahora los de Gorosito eran los que dominaban la escena anímica y por poco no lo ganaron en otra buena acción de Buonanotte, que un apurado Falcao definió rápido y mal.
Entonces fue Ischia el que intentó el volantazo con sus suplentes (metió a Gracián y Mouche), pero el tiempo ya apremiaba y la carencia de fútbol se acentuó, dejando el empate firme hasta el final de un Superclásico que pasará al olvido en cuestión de horas.
Entonces fue Ischia el que intentó el volantazo con sus suplentes (metió a Gracián y Mouche), pero el tiempo ya apremiaba y la carencia de fútbol se acentuó, dejando el empate firme hasta el final de un Superclásico que pasará al olvido en cuestión de horas.
Texto y foto www.tycsports.com
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