Fue un sueño para Banfield y una pesadilla para Lanús. Fue un sueño para Banfield porque con cinco goles y un excelente funcionamiento logró recuperarse luego de unos días difíciles e igualar su máxima goleada en el clásico barrial (registrada hace 58 años), y fue una pesadilla para Lanús porque el equipo de Cabrero estuvo desconocido, fue superado en todas sus líneas y dejó pasar una buena oportunidad de alcanzar su mejor racha invicta en Arias y Guidi, de 20 encuentros. En los primeros minutos se disputó en encuentro completamente distinto al que finalmente se jugó: el Granate era el que mandaba y el que tenía el control de la pelota, mientras que el visitante estaba nervioso y, sin encontrar su lugar en el campo, se mostraba frágil en la zona defensiva. Pero luego del cuarto de hora se despertaron lo de Llop y construyeron una inobjetable victoria apoyada en la seguridad de su arquero Lucchetti y en la movilidad y contundencia de Cvitanich, la gran figura de la tarde. Banfield, además, tuvo la contundencia necesaria para golpear en los momentos justos. En la primera de riesgo que creó, golpeó Laso.
Cvitanich marcó el segundo para ir al descanso con tranquilidad, y cuando recién había comenzado el complemento y Lanús ni siquiera estaba acomodado en la cancha Civelli puso el tercero. Con el local se abalanzado en busca del descuento Santana anotó el cuarto y dejó herido de muerte a su rival. El tiro de gracia fue de Cvitanich, que dejó una vez más a Bossio en el camino. El Granate, que no perdía 5-0 como local desde el 61 (ante Boca), tuvo una tarde nefasta, para el olvido.
Nunca pudo imponer su juego, ése que lo llevó a consagrarse campeón en el Apertura, y sus figuras estuvieron desaparecidas. El Taladro fue una máquina. Le salieron todas las que no le salieron en las primeras cuatro fechas. Llop, chocho, pudo callar las críticas y espantar los fantasmas de renuncia.
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