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domingo, 8 de marzo de 2009

Torneo clausura 2009 River Plate 3 Arsenal 1

El Muñeco ingresó en el segundo tiempo y marcó dos tantos -el primero espectacular- para que el equipo de Gorosito, en un partidazo, diera vuelta el resultado en inferioridad numérica. Falcao señaló la otra conquista local, mientras que Leguizamón, de penal, había puesto en ventaja a la visita. Hubo cuatro expulsados.

Fue la cuota de jerarquía que le faltaba a este River. Que se le exigía, más bien. Una vez más, las miradas se posaron sobre Fabbiani, hoy en su primer partido como titular. Pero el que marcó la gran diferencia con su magia aún intacta fue Gallardo. En la primera pelota que tocó, el Muñeco señaló una conquista de antología, por la vía de un elegante remate por encima de Campestrini para revertir el marcador cuando el equipo jugaba con un hombre menos. Enseguida, con River y sus ocho hombres más Gerlo desgarrado, recibió de Fabbiani en un contragolpe y tocó suave con zurda, por encima del arquero visitante. Fue el jugador desequilibrio, la bandera para un triunfo añorado por sus circunstancias y para olvidar la goleada sufrida a manos de San Lorenzo y la derrota en Perú, por la Copa Libertadores.
Pero no sólo las genialidades de Gallardo le dieron un matiz épico al triunfo de River, tras un auténtico partidazo, repleto de emociones, cargado de dramatismo, con polémicas e incluso rarezas. No sólo los expulsados, que luego terminaron siendo dos por bando, Nicolás Sánchez (dudosa infracción como último hombre a Leguizamón, que derivó en el penal para Arsenal) y Archubi (agresión a Sava) en el local, Sena (infracción leve, error de Laverni) y Matellán (ya amonestado, le hizo falta a Fabbiani) del lado visitante. Por caso, Gerlo jugó casi 25 minutos desgarrado en una pierna. Y sobre el final del primer tiempo, tras haber realizado suficientes méritos para estar en ventaja, el cuadro de Gorosito se encontró abajo en la pizarra y con un hombre menos.
A todo eso se sobrepuso River tras el gol de Leguizamón desde los 12 pasos. Un River tan golpeado, tan criticado justamente por su fragilidad de espíritu en los últimos tiempos. Mucho tuvo que ver Gallardo, pero hubo otros motivos para la alegría en Núñez: la muy buena tarea de Barbosa, seguro y rápido de reflejos para redondear una actuación que seguramente le garantizará la titularidad en adelante. Hubo también una gran tarea de Falcao, con su habitual vigor, con el temple de siempre e imparable por arriba. Por los aires ganó todas y encontró el gol, pero también estrelló otro cabezazo en el travesaño y uno más apenas desviado.
¿Arsenal? Demasiado híbrido. Sin oficio ni inteligencia para defender una ventaja en el tanteador y en la cancha por la que no había hecho mucho, amén de un tiro libre de Yacuzzi que rebotó en el poste horizontal y un cabezazo de Matos que se fue cerca. Sin determinación para ir a buscarlo cuando se lo empataron y –siquiera- evitar que River consumara algo parecido a una hazaña. Poco se puede hacer contra la virtud ajena, traducida en el talento de Gallardo. Pero a Arsenal le faltó el temple que le sobró a River y eso también explica el resultado. Laverni también influyó al expulsar injustamente a Sena.
El final desató una euforía que hacía tiempo no vivía el Monumental, que lució con un marco espectacular de público pese a las frustraciones antecedentes. Fue un triunfo añorado. Por sus circunstancias, porque apareció todo lo que se le reclamaba a River y por la certeza de que la magia de Gallardo sigue viva.
Texto y foto www.tycsports.com

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