Gimnasia nunca salió campeón en Primera, pero la hazaña épica de esta tarde bien vale por uno. O más. Porque estaba muerto el Lobo. Jugaba con uno menos, le faltaban dos goles y no quedaba tiempo. Pero el milagro, de esos que de vez en cuando guarda el fútbol, se materializó en el Bosque (valió la pena el pataleo para jugar allí) y el pueblo tripero se regaló un alegrón de esos que conmueven hasta a los ajenos. Rafaela perdió lo imposible, pero sería injusto decir que Gimnasia no lo ganó.
Con tantas cosas que sucedieron en el final, suena a desperdicio gastar palabra en una primera parte aburrida y carente de toda emoción. Aunque esos 45 minutos soporíferos sirvieron para aumentar el tamaño de la conquista, porque Gimnasia mostró su peor cara e hipotecó su continuidad a un tiempo, donde debía meter tres goles.
Obviamente, la desesperación se hizo presente en el Bosque. No era para menos. El equipo apenas llegaba con tiros desde afuera (Aued y Ormeño estuvieron cerca), pero nada de juego asociado. Además, la cosa se empezó a calentar con las expulsiones de Gil y González (uno por hacer tiempo y el otro por intentar sacarlo de la cancha) y todo parecía perdido.
Los nervios crispados de las tribunas se trasladaban a la cancha y Rafaela hacía su negocio. Madelón apeló a meter todo lo ofensivo a mano y a puro pelotazo empezar a inquietar. Y así, tras un par de cabezazos perdidos, apareció en el centro del área Alonso para aprovechar un garrafal falla de la defensa y el arquero visitantes.
Iban 27 y el tiempo daba. Era todo un asedio local. No había táctica ni traslado. Pelotazos de los del fondo para que los de arriba cabeceen y cuando Rafaela tenía la contra, rezar. Y la tuvo el visitante pero no supo definirla.
Como para complicar aún más el panorama, Sosa, el de más experiencia se hizo expulsar por un codazo a los 40. Pero luego de eso, llegó el milagro. Cuevas, el único que tuvo claridad cuando nadie podía pensar, armó por la izquierda y conectó a la derecha a Niell, petiso pero cabeceador, quien a falta de dos para el final dejó a una conquista al Lobo de quedarse en la A.
El estado de excitación platense era tremendo. Todos los presentes gritaron, lloraron y pusieron todo como para que los de adentro hicieran el esfuerzo final. Y otra vez los duendes que recibieron el encanto de las hadas del bosque esta tarde aparecieron. Cuevas, amagó cuando todos querían pelotazo, vio a Niell por el segundo palo y este, se tiró de lleno para hacer el gol más trascendente de la vida de Gimnasia. Milagro consumado, éxtasis y sufrimiento transformado en alegría máxima.
Texto y foto http://www.tycsports.com/
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