Nadie parece poder quitarle a Roger Federer su corona del US Open. No importa que haya perdido el número uno ni que no atraviese por una de sus mejores tempodas; Flushing Meadows es capaz de sacar a relucir intacto el mejor juego del suizo, que parece haber encontrado en su segundo lugar del ranking la motivación y el impulso necesarios para volver a vivir en la gloria.
Y este lunes, el escocés Andy Murray, aún en el buen nivel que mostró en todo el torneo, debió padecerlo desde los primeros instantes de la final del Grand Slam estadounidense. El suizo mostró un juego agresivo, subió mucho a la red e incomodó a su rival en todo momento. Así arrasó en el set inicial: logró dos quiebres y se lo llevó por 6-2.
El segundo fue más peleado: bajó su efectividad con el primer servicio, tuvo un quiebre en contra, pero de todas formas se encaminó y logró un 7-5 que le permitió encarar el parcial siguiente con la fiereza del inaugural. Con dos quiebres logró ponerse 5-1 y sacar para partido, pero flaqueó y le dio una chance más al británico. Sin embargo, entonces fue Federer el que rompió el servicio de su adversario y se alzó con la groria con un 6-2.
De esta manera, Federer sumó su 35° triunfo consecutivo en el certamen y su 13° Grand Slam para colocarse a uno del récord de Pete Sampras. Y demostró que su magia está intacta.
Texto y foto www.tycsports.com
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