Otra vez se quedó con todos los flashes y los aplausos en una tarde de fútbol. Su genio, siempre vivo, fue nuevamente el gestor de una alegría que, promediando el partido, sonaba a utopía. En un encuentro plagado de errores y con River exhibiendo toda su endeblez defensiva, Ariel Ortega frotó la lámpara y escribió una nueva hoja en su historia idílica con la gente de River. Fue 4-3 a Chacarita con un golazo del jujeño sobre la hora y los insultos cambiaron por aplausos.
Es que el Burrito resolvió algo que parecía sentenciado. River mostró lo peor de su juego en un Monumental que perdió la paciencia rápidamente. Se reiteró en horrores defensivos, esta vez Maximiliano Coronel encabezó la lista, y le dio numerosas chances al Funebrero para quedarse con la victoria.
Dos veces tuvo la ventaja el Millonario en la primera parte y dos veces la desperdició gracias a imperdonables desatenciones de la última línea. Diego Buonanotte, con tardía respuesta de Tauber, con un tiro libre y Gustavo Cabral de cabeza tras un córner, pusieron a los de Gorosito arriba en dos ocasiones, pero Matías Alustiza se encargó de aplacar la euforia del Monumental.
El Chavo fue suficiente para complicar a la siempre insegura zaga riverplatense y aprovechó que Coronel y Cabral perdieron su marca en reiteradas ocasiones. No logró nunca dominar el juego, pero se encargó de, mediante Daniel Pereira y Federico Vismara, luchar en el mediocampo y hacer del partido una sucesión de imprecisiones y faltas.
Cuando en la segunda parte Facundo Parra saltó solo, muy solo, a cabecear ante el esfuerzo de Vega y puso el 3-2 nadie se sorprendió. La carencia futbolística de River y el pésimo ensamblaje defensivo hacían prever que algo así podría suceder. El Millonario siguió partido a la mitad, con Gallardo, intrascendente, Ortega, Buonanotte y Ríos separados por una barrera infranqueable de Paniagua y Barrado.
Así, Gorosito se dio cuenta que sólo a través de los cambios podía torcer el desarrollo. Los ingresos de Mauro Díaz y Daniel Villalva le cambiaron la cara al equipo. Se adelantó en la cancha y ganó en agresividad el local, al tiempo que su gente le reclamaba un cambio de actitud y el clima se volvía cada vez más espeso.
Hasta que nuevamente él se volvió el centro de la tarde. Con todas sus limitaciones a cuestas, Ortega habilitó magistralmente al Keko Villalva y éste, aprovechando la ingenua posición de Grabinski, eludió a Tauber y puso el empate. Cambio de cara y de resultado para River. No tardó en dar frutos el ingreso de los dos jóvenes de baja estatura.
Pero cuando todo hacía pensar que el empate en tres era el resultado final, la defensa de Chacarita volvió a quedar mal parada (increíblemente defendió en línea y permitió insólitas habilitaciones) y Ortega la recibió picando ante la salida de Tauber. El arquero dudó y cuando inició su retroceso, el toque del Burrito sobre su cuerpo ya había partido con destino de red.
Él, siempre él. El ídolo, el genio, el que siempre vuelve, el que no se encuentra cuando la banda roja no le está cruzando el pecho, volvió a ser el artífice de una victoria que de tan sufrida terminó siendo disfrutada aun cuando el nivel no da para ninguna ilusión. Fue 4-3 con Ortega como protagonista y con tiempo para que Almeyda vuelva a jugar en el Monumental (estuvo 4 minutos y fue amonestado).
Victoria de River que sabe que necesita cambiar inmediatamente la imagen. Otra actuación como esta podría terminar en derrota catastrófica y determinar la salida de Gorosito. Sólo se salvó porque Ortega siempre está y porque enfrente se encontró con una defensa tanto o más débil que la propia. Por eso, por el lado de Chacarita las preocupaciones deben haber aumentado. El partido estuvo bien planteado, pero con tantos errores es difícil que obtenga resultados en el corto plazo.
Texto y foto www.tycsports.com
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