Independiente se impuso por 2-0 sobre Banfield en Avellaneda y dio otro paso importante en el proceso de evolución que arrancó desde la llegada de Cristian Díaz. Con una hegemonía que se extendió desde el principio al fin del duelo, el Diablo encontró el premio a su trabajo en la parte final del complemento y llegó a cinco partidos sin perder, con tres victorias y dos empates.
El Rojo asumió el control del partido y no soltó las riendas durante todo el primer tiempo. Con el elástico 4-2-3-1, recostó el juego siempre por derecha e intentó tejer lazos con Tuzzio, Monserrat y Villafáñez. A los nueve, un centro del chubutense llegó a la cabeza de Farías, que mandó la pelota por arriba del travesaño.
Lo del Taladro fue tan pobre como mezquino, ya que no logró tener la pelota ni defender lejos de su arco. A su vez, la ausencia de Chávez abortó la posibilidad de explotar las réplicas. Pero el dominio local no se graficó en la red por la falta de desequilibrio en los últimos metros, donde las paredes no fueron precisas.
A los 28, Díaz debió remplazar a Villafáñez (golpe en la nuca) y se la jugó con Pizzini. El juvenil se recostó por la derecha y fue la llave para abrir a la defensa de cinco jugadores. Con dos centros picantes del mediocampista, el Rojo coqueteó con la merecida ventaja antes del descanso y rompió la monotonía. Y él mismo fue víctima de un penal de Tagliafico que Laverni ignoró.
Banfield también sufrió bajas por lesiones: Brum y Dos Santos no arrancaron el complemento. Luego del descanso, la temática no se alteró e Independiente se instaló como amo y señor, siempre con las conexiones entre Pizzini y Monserrat por la derecha. El Rojo procuró hacer rodar la pelota y no perder la calma, pese a la impaciencia de su gente.
El desahogo que Independiente tanto necesitaba luego de tanta búsqueda sin éxito llegó a los 25. Ferreyra recibió de Monserrat, afiló su zurda y sacó un remate fuera del área que se clavó en la red de Lucchetti. Un golazo de otro partido, que le dio una ventaja merecida al voluntarioso equipo local.
A los 35, el Rojo logró el segundo a partir de un tiro libre delicioso del Malevo y un cabezazo goleador de Farías. Un tanto que selló la victoria de Independiente, que mostró calma y templanza como principales virtudes. Los de Díaz nunca perdieron la paciencia, intentaron ser prolijos siempre, brindaron una imagen entusiasta y alimentaron la fe de sus hinchas.
El Rojo asumió el control del partido y no soltó las riendas durante todo el primer tiempo. Con el elástico 4-2-3-1, recostó el juego siempre por derecha e intentó tejer lazos con Tuzzio, Monserrat y Villafáñez. A los nueve, un centro del chubutense llegó a la cabeza de Farías, que mandó la pelota por arriba del travesaño.
Lo del Taladro fue tan pobre como mezquino, ya que no logró tener la pelota ni defender lejos de su arco. A su vez, la ausencia de Chávez abortó la posibilidad de explotar las réplicas. Pero el dominio local no se graficó en la red por la falta de desequilibrio en los últimos metros, donde las paredes no fueron precisas.
A los 28, Díaz debió remplazar a Villafáñez (golpe en la nuca) y se la jugó con Pizzini. El juvenil se recostó por la derecha y fue la llave para abrir a la defensa de cinco jugadores. Con dos centros picantes del mediocampista, el Rojo coqueteó con la merecida ventaja antes del descanso y rompió la monotonía. Y él mismo fue víctima de un penal de Tagliafico que Laverni ignoró.
Banfield también sufrió bajas por lesiones: Brum y Dos Santos no arrancaron el complemento. Luego del descanso, la temática no se alteró e Independiente se instaló como amo y señor, siempre con las conexiones entre Pizzini y Monserrat por la derecha. El Rojo procuró hacer rodar la pelota y no perder la calma, pese a la impaciencia de su gente.
El desahogo que Independiente tanto necesitaba luego de tanta búsqueda sin éxito llegó a los 25. Ferreyra recibió de Monserrat, afiló su zurda y sacó un remate fuera del área que se clavó en la red de Lucchetti. Un golazo de otro partido, que le dio una ventaja merecida al voluntarioso equipo local.
A los 35, el Rojo logró el segundo a partir de un tiro libre delicioso del Malevo y un cabezazo goleador de Farías. Un tanto que selló la victoria de Independiente, que mostró calma y templanza como principales virtudes. Los de Díaz nunca perdieron la paciencia, intentaron ser prolijos siempre, brindaron una imagen entusiasta y alimentaron la fe de sus hinchas.
Texto www.tycsports.com
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