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domingo, 23 de noviembre de 2008

Copa Davis - España campeon

José Acasuso batalló, pero cayó en cinco sets: 3-6, 7-6 (3), 6-4, 3-6 y 1-6. De esta manera, los ibéricos consumaron un batacazo histórico en Mar del Plata y se llevaron su tercer trofeo.

No pudo ser. Otra vez nos quedamos en la puerta. La historia no nos permitió ingresar en su libro. Era la tercera y se esperaba la vencida. Pero no fue así. Nalbandian acrecentó la ilusión, pero la lesión de Del Potro y la aparición de López terminaron con los favoritismos. El dobles intentó, pero no pudo. Y la responsabilidad cayó en José Acasuso, quien luchó por cuatro horas ante Fernando Verdasco. Peleó, con sus virtudes y defectos. Dejó todo. El triunfo fue para España tras el 6-3, 6-7 (3), 4-6, 6-3 y 6-1.
Los dos jugadores sabían que era un partido decisivo: la visita levantaba la Ensaladera de plata o el local estiraba la serie hasta el quinto punto. Y la tensión se hizo presente desde el primer momento. Se reflejó en errores increíbles, en la escasa movilidad de ambos, en sus inconvenientes para impactar con el centro de la raqueta y en los pocos puños apretados que ganaron protagonismo. Muchos errores, poquísimos aciertos. Fue un partido pobre en cuanto a lo técnico, pero emotivo desde todos los rincones.
En el primer parcial, el ibérico fue más, pero no porque haya jugado mejor desde el fondo de la cancha, sino porque se dedicó a pasar el problema del otro lado ante un rival demasiado errático, quieto, sin confianza. Chucho arrancó con la inactividad a cuestas: sin reacción en las recepciones, bloqueando todos los servicios del europeo, golpeando a destiempo y sin una estrategia clara. Se notaba el nerviosismo en su brazo derecho, totalmente pegado al cuerpo, sin la soltura necesaria como para hacer daño. Mucho top, poca agresividad.
El primer momento complicado lo vivió en el cuarto juego, cuando se puso 40-15 arriba con tres derechas invertidas y finalmente lo ganó apretadamente por sus propios fallos. En el aire se palpaban los problemas de Acasuso, la falta de confianza. Y el quiebre se produjo en el sexto game. El misionero bajó la cabeza y el estadio se ahogó en un silencio atroz. Chucho sólo tenía que acelerar un poco para poner en aprietos a un Verdasco que tampoco le podía escapar al miedo escénico, pero no podía con su cabeza ni con sus piernas. Tuvo la chance en el noveno juego, tras una doble falta, un smash a la red y una derecha afuera. Sin embargo, no la aprovechó y el español cerró el set.
Alberto Mancini se mostró enérgico en el banco. Necesitaba cambiarle la cara a su jugador. Acasuso no logró mejorar en cuanto a sus impactos, pero salió con otra actitud, saltó a la cancha al trote. Había un aroma distinto y se reflejó en el parcial: consiguió tres oportunidades para quebrar y Verdasco le dio una mano con una doble falta, una de las tantas que hizo en los momentos importantes. Pero no era momento de festejar, sino de mantener. Y lo hizo con solvencia. Allí se produjo el primer grito de guerra y las venas se marcaron en su puño apretado. El misionero tomó una inesperada ventaja de 4-1 y salió a presionar sobre el servicio de Verdasco, que sostuvo sin demasiados inconvenientes y pasó la presión para el otro lado. El jugador local, que se había levantado en gran medida gracias a su servicio, tuvo un game para el olvido. No encontró primeros saques y el español quebró en cero. Sin embargo, la esperanza, que otra vez parecía esfumarse, tomó color con otro rompimiento de Chucho. Pero el partido, inestable como pocos, volvió a marear a todos con un nuevo giro. Quiebre del tenista visitante, tras una pelota que luego de pegar en la faja obligó al argentino a dejarle una sencilla volea a su rival.
Los dos mantuvieron en cero (lo que le faltaba para recibirse de partido extraño) y la definición del segundo parcial se fue al tie break. Entre aciertos y errores de Acasuso se pusieron 3-3. En ese momento, el misionero enganchó una bola con su derecha y el pique confundió a todos. Verdasco pidió la revisión y la pantalla, en medio de una tensión absoluta y un silencio inenarrable, le dio el punto al argentino. Fue clave. Fue 7-3. Fue una descarga absoluta.
El tercer capítulo ganó en aciertos porque Acasuso entró bien metido, con otra movilidad y con ganas de atacar el servicio del español. Un fenomenal derechazo a la carrera, tras un smash del ibérico, y una doble falta le entregaron otro rompimiento al espigado jugador albiceleste. Pero la inestabilidad volvió a transformarse en la vedette y entre quiebre y quiebre se pusieron 4-4.
Ahí apareció el mejor Acasuso. Luego de manejar con personalidad cada punto, consiguió la doble chance. Y logró el rompimiento con una soberbia devolución paralela. El salto de alegría del argentino emocionó a todos y el aliento de la gente inundó el Polideportivo: “Ponga huevo y Chucho ponga huevo…”. A la hora de cerrarlo, ace y a otra cosa.
Acasuso no salió a matarlo y el toro, pese al cansancio que arrastraba por la corrida de ayer, mostró sus afilados cuernos. El misionero empezó a evidenciar signos de agotamiento a partir del cuarto juego y en el sexto sufrió un rompimiento clave, que volcó definitivamente la balanza, que dejó al argentino con una sensación amarga. Sabía que su físico no estaba para un quinto. Sabía que se iba a hacer difícil. Ganas le sobraban, pero le faltaba nafta. El tanque estaba en reserva. Verdasco logró el 6-3 y estiró el cuarto punto, lo que finalmente sería la agonía.
El español también estaba liquidado físicamente, pero ese envión por haber resurgido cuando parecía que Acasuso se llevaba el triunfo, lo catapultó hacia un estado superior en lo mental. El misionero, en cambio, empezó a jugar muy retrasado y sus golpes dejaron de lastimar. El jugador visitante quebró en el arranque y eso liquidó la faena. Fue el golpe de gracia para un jugador que quería dar más, pero que no podía. En un parpadeo, Verdasco se colocó 5-1 arriba y fue a buscar la gloria sobre el servicio de Acasuso.
Necesitó de tres match point. Cosas del destino. La moneda cayó por el lado de los españoles, que lucharon contra toda adversidad. Se quedaron sin Rafael Nadal, vinieron con la cabeza gacha, con una humildad única y hasta se tuvieron que topar con una carpeta bajo techo. Arranaron abajo, terminaron con la Copa en alto. La tercera no fue la vencida para Argentina.
Texto y foto www.tycsports.com

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