Independiente ganaba con gol de Fernández en un duelo crucial ante Unión por la permanencia. En ventaja, se perdió varios goles y sufrió luego el empate de Alemán para revivir toda su angustia. Gallego quedó en la cuerda floja.
Independiente recordó este viernes con toda crudeza los motivos que lo pusieron tan cerca del abismo del descenso. Jugaba en Avellaneda un partido clave frente a Unión, un rival directo por la permanencia, ganaba merecidamente, se perdía goles... Pero en una acción aislada, el Tatengue puso el 1-1 final y otra vez se le derrumbó todo lo construido. Sobre los protagonistas, su gente y sobre todo encima de Américo Gallego, que quedó a un pasito del adiós. El Rojo no tiene paz.
El primer tiempo resultó parejo en cuanto a llegadas, pero fue la obligación del anfitrión la que primó a la hora del dominio. Avisó primero con Adrián Fernández, y más tarde el Tatengue tuvo su mejor momento con dos intentos de Pablo Magnín (uno de ellos, un claro mano a mano ahogado por Diego Rodríguez), un disparo de Guillermo Cosaro y otro de Damián Lizio, sin puntería.
Pero en el tramo final del período, se despertó el local con un tiro de Hernán Fredes y, a los 40, abrió el marcador cuando Daniel Montenegro, el mejor del equipo, habilitó desde la derecha a Fernández. Éste cabeceó mal en el segundo palo y en la segunda chance remató a la red.
El gol llenó de confianza al conjunto del Tolo, que entonces desperdiciaría un puñado de jugadas clave. Fernández definió alto cuando entraba solo y, ya en el complemento y tras un gran rato de trámite intrascendente, el ingresado Víctor Zapata probó desde lejos y el balón dio en el travesaño y Osmar Ferreyra tuvo un mano a mano que le ahogó Alejandro Limia.
El local creía erróneamente que ese tramo de juego planchado, donde abrazó la ventaja exigua, le jugaría a favor. Pero olvidó que no anda bien con la suerte y que las oportunidades perdidas podían costarle caro. En los últimos minutos, cuando los espacios aumentaron y las piernas aflojaron, gastó sus últimos cartuchos. A la visita le quedaría sólo uno. Suficiente.
En el minuto 35, Damián Lizio irrumpió por la izquierda, envió un centro que Rodríguez salió a cortar mal y el ingresado Brahian Alemán lo anticipó de cabeza. La pelota ingresó al arco como un puñal al corazón rojo. Después, todo sería confusión y una voluntad quebrada como para ir a buscar tan tarde otra ventaja. El tiempo se esfumó enseguida entre la desesperación, y otra vez Independiente se quedó solo con sus fantasmas.
La gente, como era de esperar, alternó su incredulidad con reprobación. Mientras, se esperan novedades sobre la continuidad del Tolo.
Texto y foto www.tycsports.com
El primer tiempo resultó parejo en cuanto a llegadas, pero fue la obligación del anfitrión la que primó a la hora del dominio. Avisó primero con Adrián Fernández, y más tarde el Tatengue tuvo su mejor momento con dos intentos de Pablo Magnín (uno de ellos, un claro mano a mano ahogado por Diego Rodríguez), un disparo de Guillermo Cosaro y otro de Damián Lizio, sin puntería.
Pero en el tramo final del período, se despertó el local con un tiro de Hernán Fredes y, a los 40, abrió el marcador cuando Daniel Montenegro, el mejor del equipo, habilitó desde la derecha a Fernández. Éste cabeceó mal en el segundo palo y en la segunda chance remató a la red.
El gol llenó de confianza al conjunto del Tolo, que entonces desperdiciaría un puñado de jugadas clave. Fernández definió alto cuando entraba solo y, ya en el complemento y tras un gran rato de trámite intrascendente, el ingresado Víctor Zapata probó desde lejos y el balón dio en el travesaño y Osmar Ferreyra tuvo un mano a mano que le ahogó Alejandro Limia.
El local creía erróneamente que ese tramo de juego planchado, donde abrazó la ventaja exigua, le jugaría a favor. Pero olvidó que no anda bien con la suerte y que las oportunidades perdidas podían costarle caro. En los últimos minutos, cuando los espacios aumentaron y las piernas aflojaron, gastó sus últimos cartuchos. A la visita le quedaría sólo uno. Suficiente.
En el minuto 35, Damián Lizio irrumpió por la izquierda, envió un centro que Rodríguez salió a cortar mal y el ingresado Brahian Alemán lo anticipó de cabeza. La pelota ingresó al arco como un puñal al corazón rojo. Después, todo sería confusión y una voluntad quebrada como para ir a buscar tan tarde otra ventaja. El tiempo se esfumó enseguida entre la desesperación, y otra vez Independiente se quedó solo con sus fantasmas.
La gente, como era de esperar, alternó su incredulidad con reprobación. Mientras, se esperan novedades sobre la continuidad del Tolo.
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