A los 26m del primer tiempo, cuando iban 0-0 en Liniers, comenzaron los disturbios en la hinchada visitante, que se cruzó con la policía y rompió el alambrado de la popular. Los protagonistas esperaron casi 20 minutos que se restablecieran las garantías, pero en cuanto los gases lacrimógenos lanzados para controlar a los locales invadieron todo el estadio, se decidió terminar el pleito.
Un nuevo capítulo de violencia se escribió esta noche en Liniers, donde Vélez y All Boys jugaban un encuentro para la estadística, ya que ambos no luchan por nada en en este cierre de temporada.
Apenas 26 minutos de fútbol mostraron a un Vélez dominador de la mano de un Federico Insúa enchufado, que al minuto fabricó la más clara con un tiro cruzado que se fue cerca. Sin embargo, todo lo deportivo quedó trunco en cuanto comenzaron las peleas en el seno de la hinchada visitante.
La situación no tardó en elevar temperatura y, mientras los agentes de seguridad del estadio se disponían a dirigirse al lugar de la gresca, el árbitro Pablo Díaz decidió frenar la acción. La cosa pasó a mayores enseguida, cuando los violentos hinchas enfocaron su furia en la policía y quitaron toda una pieza del alambrado. Según algunas versiones, los cruces con los uniformados habían empezado en el ingreso de la gente a la cancha.
Algunos hinchas del Fortín se prendieron en las hostilidades y, entre cánticos, salieron del estadio con la incomprensible intención de cruzarse con los de Floresta. De a poco, parecía que el cuadro encontraba un poco de calma, con el presidente del Albo Roberto Bugallo intercediendo entre los hinchas que ya intentaban devolver el alambrado a su lugar original.
Por último, revivieron los focos de peleas entre los visitantes y una enorme masa de gas lacrimógeno irrumpió en el estadio desde el lado local, donde en las afueras la policía buscaba evitar la salida de los fortineros con fines belicosos. Mientras la irritante nube afectaba a la gente más alejada y a los mismos protagonistas, Díaz y los capitanes determinaron suspender el partido.
Triste y tempranamente se bajó la persiana en Liniers, dejando un asterisco a resolver en los escritorios de AFA, en una clara muestra de cómo cualquier chispa es capaz de encender una llama sin control en este fútbol argentino de locos.
Apenas 26 minutos de fútbol mostraron a un Vélez dominador de la mano de un Federico Insúa enchufado, que al minuto fabricó la más clara con un tiro cruzado que se fue cerca. Sin embargo, todo lo deportivo quedó trunco en cuanto comenzaron las peleas en el seno de la hinchada visitante.
La situación no tardó en elevar temperatura y, mientras los agentes de seguridad del estadio se disponían a dirigirse al lugar de la gresca, el árbitro Pablo Díaz decidió frenar la acción. La cosa pasó a mayores enseguida, cuando los violentos hinchas enfocaron su furia en la policía y quitaron toda una pieza del alambrado. Según algunas versiones, los cruces con los uniformados habían empezado en el ingreso de la gente a la cancha.
Algunos hinchas del Fortín se prendieron en las hostilidades y, entre cánticos, salieron del estadio con la incomprensible intención de cruzarse con los de Floresta. De a poco, parecía que el cuadro encontraba un poco de calma, con el presidente del Albo Roberto Bugallo intercediendo entre los hinchas que ya intentaban devolver el alambrado a su lugar original.
Por último, revivieron los focos de peleas entre los visitantes y una enorme masa de gas lacrimógeno irrumpió en el estadio desde el lado local, donde en las afueras la policía buscaba evitar la salida de los fortineros con fines belicosos. Mientras la irritante nube afectaba a la gente más alejada y a los mismos protagonistas, Díaz y los capitanes determinaron suspender el partido.
Triste y tempranamente se bajó la persiana en Liniers, dejando un asterisco a resolver en los escritorios de AFA, en una clara muestra de cómo cualquier chispa es capaz de encender una llama sin control en este fútbol argentino de locos.
Texto y foto www.tycsports.com
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